9 abr 2010

El favor de la crítica


Atravesó la librería a grandes zancadas. Se peinó con la mano el sedoso cabello plateado. Era guapo, alto, de complexión atlética. Pulóver azul marino a juego con los pantalones grises. Un cierto aire desenfadado. Se sentó en el sillón con la estilográfica en la derecha, la mejilla apoyada en la izquierda, y su mejor sonrisa.  La zona donde tenía que firmar su último libro estaba abarrotada. Sobre todo se agolpaban las lectoras, que, ansiosas y luciendo su mejor escote y también, por qué no, su mejor sonrisa, se empujaban silenciosamente para ser las primeras en acercarse a él.


En el estante principal de la tienda, numerosos ejemplares de su último libro "Otoño", eran acompañados por otros títulos anteriores.


Tras saludar, firmar, comentar y preguntar nombres durante un par de horas, se despidió del librero agradeciendo su invitación. Tenía prisa. Había quedado para celebrarlo con su editor. Mientras caminaba con paso rápido por las calles que lo separaban del restaurante donde iban a cenar, sintió cierta naúsea. Últimamente estaba cansado. Había sido una suerte firmar con aquella editorial, dueña de todo un emporio mediático. Todos los críticos estaban de su parte. "El mejor novelista de esta primera mitad de siglo". "Un ritmo vertiginoso junto a una sensibilidad exquisita". "El gran conocedor de las pasiones humanas". Sus libros se vendían por miles. Era admirado e invitado a multitud de eventos.


Tanto era así que tuvo que contratar a un "negro" para que continuase escribiendo, y lo cierto es que el tipo había cogido bien el aire. Su mujer le había abandonado, porque no sólo había sido poco transparente en el trabajo. Pero, ¿qué quería? Todas esas admiradoras necesitan soñar. Bueno, todas no, con todas no podía, tenía que elegir. Las entrevistas eran frecuentes, tenía que cuidar su imagen; iba todos los días al gimnasio con un entrenador personal, una vez por semana a hacerse una limpieza de cutis y un repaso al pelo y compraba su ropa en las mejores tiendas tras una selección severa.


No sabía que tener a la crítica de tu parte era tan agotador.


Cruzó la calle absorto. No vio el coche que se acercaba rugiendo. Cuando la policía quiso avisar a alguien cercano, no supo qué teléfono marcar.


Beatriz Astudillo ©

Votar esta anotación en Bitácoras.com

8 comentarios:

LIlymeth Mena dijo...

Bueno, Bea.

Alicia dijo...

Buenísimo, impecable, felicidades!

Toñi Ramos dijo...

Mi niña Bea ya no utiliza marcadores textuales no conectores para narrar . Qué buenoooooooo !!! Me gustó el cuento porque ya no te veo reflejada en él.

María Martín dijo...

Me gustó, Bea . :_)

Julia dijo...

Me ha encantado, es una delicia.

beatriz dijo...

Muchas gracias a todas. Por sus ánimos, por su ánimo, por compartir estos ratitos.

Cristina dijo...

Muy bueno, Bea. Tener a la crítica de tu parte pesa, es cierto. Tenerla en contra, parece que también. Al final, se me ocurre que la crítica no debería existir para no herir susceptibilidades ni levantar ampollas, pero ya que existe, tal vez los que tendríamos que cuestionarnos y replantearnos nuestras reacciones y actitudes ante ella, somos los "aprendices a escritores" (aquí me incluyo la primera, sin duda). Me ha divertido el cuento.

Jo dijo...

Muy bueno Bea

Publicar un comentario