22 jun 2011

Repóquer de ases



 Balbuceaba las letanías mientras paseaba por el claustro, sabía que antes del último arco  se encontraría con Luzbel, el gato negro del monasterio, que cada noche le sonreía al verle entrar con ciertas prisas en la capilla para el último rezo.
—De qué se reirá este cabrón si yo le entregué mi alma a Dios.
Lo que fray Anselmo no sabía es que Dios perdió todas las almas una noche de partida y copas.
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