Ernest Hemingway dijo de él:
«Toda la literatura moderna
norteamericana comienza desde el libro de Mark Twain titulado Las aventuras de Huckleberry Finn». Una
de las —posiblemente— exageraciones de Ernest, porque tanto uno como otro eran
de esas personas que no podían ni querían vivir ni escribir sin pasión.
Twain también fue un experto en
el relato breve del que el Nobel norteamericano seguro que aprendió muchas
cosas.
«No pretendo afirmar que puedo
contar un cuento de la manera como debe ser contado. Sólo afirmo que conozco la
manera como un cuento debería ser contado, puesto que he estado casi todos los
días durante varios años en compañía de los más expertos contadores de cuentos»[1].
La inteligencia de este autor se
desbordaba en sus aforismos, dardos envenenados de sarcasmo que dolían más
cuanto más ciertos, al estilo de otro autor que también cultivaba las frases
certeras cargadas de pequeñas dosis de ironía aromatizadas con el disfraz de la
buena literatura.
[1]
Twain, Mark. Cómo se cuenta un cuento. En Teorías del cuento III. Poéticas de
la brevedad. Zavala, Lauro (Ed.). México, UNAM, 2008, pág. 89.
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