«Los microrrelatos tienden a
desaparecer si se los mira de frente: son demasiado tímidos y traslúcidos. Para
escribirlos basta con tomar un poquito de caos y transformarlo en un
miniuniverso. Como las pirañas, son pequeños y feroces. Aconsejo descartarlos si
no muerden».
Ana María
Shua.
Es epígrafe de Ana María Shua es lo primero que podemos
leer en la antología titulada Mar de
pirañas de Fernando Valls y sirve, como en los buenos microrrelatos, para
jugar entre el título y la cita, entre un mar de palabras y textos muy
variados.
El jueves 15 de noviembre asistimos a un encuentro
literario con su autor en Granada, en un lugar de esos a que los que el lugar
común “un marco incomparable” se le queda corto: la Madraza.
Una antología de cualquier género siempre es una
oportunidad única de conocer diferentes maneras de entender la creación
literaria y nos libra del riesgo y del gasto que supondrían tener que adquirir
los libros de uno en uno, además de servir como termómetro del momento.
Pero, lo que no se puede pretender nunca es que una
antología sea objetiva. Por eso —y por la mala fe de quien no sabe cómo
rellenar su columna diaria en la prensa— Fernando Valls empezó su exposición
haciendo una defensa de su publicación frente a quienes la habían tildado de “improvisada”.
Quien califica se define, y a Mar de pirañas se le puede poner muchos adjetivos y ninguno tiene
que ver con la improvisación ni de lejos.
Además, calificativos de este tipo terminan por asociarse
con un género al que le sobran detractores, ignorantes y atrevidos. Los
atrevidos que se arriesgan en su escritura desde la ignorancia y que, al no
sentirse alabados terminan desprestigiando e insultando.
De esta nueva antología no destacaría nada que no tengan
las tantas (y siempre pocas) que ya pueblan el mercado editorial: tiene todos
los ingredientes para hacerla atractiva y viene avalada por uno de los más
prestigiosos estudiosos del género en España.
Está compuesta por un grupo lo suficientemente heterogéneo
de artistas resultar atractiva y combina letras consagradas con nuevas y
desconocidas.
En cuanto a las palabras de Fernando Valls en la
presentación destacaría su apreciación sobre que el microrrelato empieza a ser
el género por el que muchas personas se inician en la literatura, con todo lo
bueno y lo malo que ello puede implicar.
Quienes lo practiquen engañados por su brevedad como sinónimo
de facilidad nunca llegaran a nada; quienes lo usen para enfrentarse a “obras
mayores”, como antes se iniciaban con el relato breve, se perderán las
enseñanzas y los misterios de lo exacto, de lo justo, de lo suficiente.
De la
velada, entre amigos que participan en la antología y de la lectura de algunos
textos y las teorías esbozadas por Fernando Valls, me queda la sensación de que
entre todos lo estamos matando y él solito se va a morir.
Valls
comentaba en una entrevista a la prensa local ese mismo día que «al
microrrelato le faltan lectores» y, tal vez tenga razón, como le faltan a la
novela, a la poesía o cualquier género. Lo que está claro es que le sobran
nombres, disquisiciones teóricas, desacuerdos trasatlánticos.
Si entre
la crítica, las editoriales y l@s creador@s no se llega a un acuerdo seremos
culpables de convertir al microrrelato más en una especie en peligro de extinción
que en un género nuevo.
Por
suerte, editoriales como Menos Cuarto, críticos como Valls —con su labor
divulgadora en el blog La nave de los
locos— y algunas (pocas, la verdad) pirañas ayudan a mantenerlo, de momento,
con respiración asistida mientras el olimpo literario sigue pisoteándolo.
Somos
micros, pero somos muchos y, como pirañas, acabamos con cualquier mamotreto,
por más premios que tenga.
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